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¿Qué perseguimos realmente con la práctica?

Autor del artículo: Martín Visconti (@viscontimartin)

Una vez, en una clase un alumno me preguntó: “¿Para qué me sirve este ejercicio?” Entendí que su pregunta venía motivada por no poder encontrar la relación directa entre el ejercicio en cuestión y las situaciones musicales en las que se veía inmerso habitualmente. Eso me llevo a reflexionar sobre varias cuestiones. La principal fue qué perseguimos a la hora de estudiar nuestro instrumento, pero puntualmente, porque esa pregunta es demasiado amplia, qué es lo que perseguimos con el estudio de un ejercicio determinado. No siempre encontramos relación directa entre la música que solemos tocar y los ejercicios que debemos hacer. Entonces, ¿cuál es el objetivo? Pues bien, creo que es el control.


Tocar un instrumento implica enfrentarnos a diario con situaciones nuevas. No hablo aquí de diversidad de estilos, sino de expresión. Creo que uno de nuestros principales objetivos como artistas es trabajar para tener la capacidad de decir lo que queremos. Y, además, estar siempre preparados para hacerlo, más allá del grado de complejidad de la idea que queramos expresar. Nunca debemos quedarnos con una idea en la cabeza y no poder expresarla. Es por eso que me planteo infinidad de ejercicios técnicos, teniendo en cuenta la expresión, la interpretación y las dinámicas. No importa que seas un músico de rock, no por ello vas a dejar de estudiar jazz o folclore. A menudo veo una competencia estilística estúpida y sin sentido. Músicos que se creen superiores a otros porque tocan cual o tal estilo musical, y lo consideran de mayor complejidad que los demás. Nada más alejado de la realidad. Para manejar un estilo, primero hay que escucharlo, entender su historia, su lenguaje, sus principales artistas y, por sobre todo, hay que tocarlo para comprender su lenguaje (si es con músicos que manejen el estilo, mejor). Un estilo no se aprende de los libros; lo que sí nos pueden dar es una aproximación. El estilo será dado a través de ejercicios que nos plantearán situaciones de control sobre el instrumento. De eso se trata que la mayoría de los músicos nos formemos estudiando diversos estilos. No lo hacemos para manejarnos en todos ellos con avidez, sino para lograr un mayor control sobre el instrumento.


Cada uno, en última instancia, persigue desarrollar un sonido propio, y lograrlo es una tarea que toma toda una vida. El desarrollo del pleno control sobre el instrumento nos da claridad de mensaje, nos ayuda a expresar lo que queremos decir. Podemos saber muchas palabras, frases e idiomas, pero eso no nos hará portadores de un discurso original, por mucho que pueda ayudarnos en su búsqueda. Por otro lado, podemos conocer nuestras ideas, trabajarlas y desarrollarlas al punto de tener completamente en claro lo que queremos decir, pero eso no lleva implícito que podamos hacerlo. Para expresarnos con claridad, debemos desarrollar nuestra técnica, entendida como un medio de expresión, una herramienta que nos ayuda a decodificar y transmitir un mensaje. Cuantos más recursos técnicos tengamos, mejor y más fácil será darnos a entender. Con el tiempo y con un desarrollo técnico profundo, podremos decir lo que sentimos, dar a conocer nuestra obra y modificarla en todo o en parte como lo creamos pertinente. Y el final del camino tendrá como meta la aparición de nuestra propia voz.



El conocimiento técnico siempre debe ser bienvenido por el artista. Ahora bien, sepamos qué hacer con él, entendamos dónde radica el desafío y cuál es la finalidad de incorporarlo. Intentemos controlar con la mayor fluidez posible todas las situaciones musicales a las que nos enfrentamos, ya sea tocando con otros músicos o en la práctica de un ejercicio determinado. Porque en un futuro, ese será el control que tendremos sobre las ideas que vengan desde nuestra mente creativa. Un mayor control sobre nuestro instrumento nos dará, entonces, una mejor capacidad de expresión.


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